19/8/09

La esencia del amor humano



“Mientras que en algunos sectores de la vida se aplica una racionalidad máxima, como en los negocios, la economía, la profesión, o el trabajo, y se ignora completamente la afectividad. En otros como el tiempo libre, las relaciones humanas, el amor, existe una dejación absoluta de la inteligencia para abandonarse a un sentimiento sin consistencia”[1].

Sin embargo entre todas los acentos, y significados que se le puedan dar a la palabra “amor”, hay uno que destaca como arquetipo por excelencia, y es el amor entre un hombre y una mujer. Lo que nos lleva a hablar sobre un amor de donación, personal y vínculo de toda familia humana. Por tanto, enseñar sobre la esencia del amor humano, comprender lo que significa amar, es poner a la persona humana en la vía de la felicidad verdadera.

¿Qué entendemos por amor?. Según Aristóteles es: “querer un bien para el otro...en cuanto otro”.

En esta definición se encuentran varios actos que son importantes de analizar. Por el momento debemos decir que: “lo que más necesitamos, además de existir, es ser amados por otra persona”[2]. Recíprocamente, cada uno necesita amar a otras personas. Esta realidad es confirmada por una experiencia universal de la que cada uno de nosotros se siente protagonista.

El amor es el acto específico del alma espiritual; pero la persona humana también es corporal, por eso su alma cumple simultáneamente en cada acto funciones que son vegetativas, sensitivas e intelectivas o espirituales. Ahora bien, la persona no ama porque tiene cuerpo, sino porque está dotada de alma espiritual. Sucede lo mismo, en sentido inverso, con las operaciones que son de la persona pero que realiza precisamente porque es corpórea; por ejemplo el alma es la causa del latido del corazón, pero una persona tiene corazón porque es corpórea.

Si el amor es personal, habrá que entenderlo como don sincero y generoso de sí a otra persona considerada como tal, persona. O también como aceptación de una persona..

Si el amor es personal, quien ama no es algo de alguien (su voluntad sus afectos, etc.) sino alguien. A su vez, a quien se ama personalmente no es algo de alguien (su cuerpo, su belleza física, su simpatía, su ingenio, su dinero, etc) o algo para alguien (regalarle unas flores, invitarle al cine, o a una pizzería, etc.) sino a alguien. Entonces las relaciones sexuales no son la causa del amor, sino que debido al amor de entrega y donación entre el hombre y la mujer existe el amor sexuado.

Amar es dar, y no cabe dar sin aceptar. Pero amar no es dar o aceptar cualquier cosa, sino darse y aceptarse: otorgamiento y aceptación personal. Se trata de amar y aceptar a una persona distinta, queriendo, además, que tal persona responda cada vez mas a su propio proyecto como persona irrepetible. Sino se comprende quien es la persona que tenemos delante, no se la puede amar personalmente. El dar respecto de un quien que se ignora, que no se conoce, es perder el tiempo.

“De ahí que la afectividad humana esté ordenada a amar primero a las personas. Se dirige, además, a la persona como tal, no a un aspecto de ella ni a la suma de todas sus cualidades; apunto al ser único que cada persona es”.[3]

1. El amor, vínculo de la familia.

“El amor personaliza cuanto ama”. Unamuno.

La dignidad del ser humano radica esencialmente en haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. La familia es una institución natural querida por Dios desde “el principio”, El la instituyó como icono de su amor. Dios que es amor vive en sí mismo un misterio de comunión personal, y el matrimonio es un reflejo de esa comunión a la que está llamado el hombre. “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Esa unión, en virtud de su complementariedad, y su entrega mutua, es tan profunda, que hace de los dos “una sola carne”, y por tanto indivisible, como la propia carne que no se puede separar, y exige fidelidad exclusiva y perpetura, no pueden ser otra carne, porque son una sola.

En efecto, al margen del hombre, ninguna especie animal forma una familia. La unión estable entre un hombre y una mujer vinculados por el amor y el cuidado de los hijos distingue al hombre del resto de los mamíferos superiores. Por tanto, salta a la vista que pretender igualar en esto al hombre con los demás animales es un despropósito.

El ser humano es un ser libre, y el amor para que sea verdadero debe ser libre, igualmente que cualquier acto educativo, o educamos en libertad o no hay educación. ¿Por qué el hombre es capaz de familia? Porque ama. El amor es el carácter personal que vincula a las personas entre sí. Sin ese vínculo no cabe familia. La familia natural nace del amor personal, manifiesta el amor personal y se encamina al amor personal. En la familia la persona es amada por lo que ella es. Es importante resaltar este punto, pues es el quicio de la vida familiar.

Hoy en día, existe el peligro de la manipulación del amor, y muchos padres de familia confunden la exigencia amorosa que comporta el buscar el bien del otro, con un mero resultado satisfactorio a nivel académico. El amor queda como condicionado a los resultados que pueda aportar el joven o el niño, en su rendimiento estudiantil, que además debe satisfacer los requisitos definidos por los padres, sin tomar en cuenta el progreso o esfuerzo del estudiante. Esta una situación con la que los educadores nos encontramos más frecuentemente de lo que quisiéramos. Padres que no comprenden

la exigencia más que en la dimensión técnica de la inteligencia. Los padres deben saber cultivar la confianza en los hijos, para desarrollar en ellos la apertura a compartir sus inquietudes, dificultades y desacuerdos. Es la confianza la que desinhibe al hijo del temor al rechazo y genera la seguridad de saberse amado por lo que es.

El amor familiar es un amor natural; en él los lazos de sangre producen un afecto que aumenta con el paso del tiempo. La propia naturaleza, al traer hijos, pide que la familia sea indisoluble. Una familia soluble no es tal, sino un grupo episódico, nacido de un acuerdo temporal. Nos podemos preguntar ¿hay relaciones humanas nacidas para durar toda la vida?, si los que proponen el divorcio como alternativa cuando la lucha cuesta, dicen no; podemos rebatir con el hecho evidente de la paternidad y maternidad respecto a los hijos, esta relación es para toda la vida; entonces ¿cómo no va a serlo también en el caso del padre y la madre entre sí?.

No tener familia significa no ser hijo de nadie, ser huérfano, estar desvalido. La orfandad suele traer consigo diversas formas de miseria. La más grave de ellas es la miseria afectiva: carecer de seres a quien amar y por quienes ser amado. Vivir solo es prescindir de la familia. Un hombre sin familia es normalmente desgraciado, aunque no lo reconozca. [4]

Sin familia no hay persona ni posibilidad de crecimiento en cuanto persona. La familia no solo es necesaria para que la persona se perfeccione, para que crezca su condición personal, es imprescindible para que la persona sea, para que encarne su propio ser personal. [5] No obstante, formar una familia, no es necesario sino libre, y está claro que lo libre es superior a lo necesario. Por lo tanto si formar una familia es libre, es porque la familia es un rasgo distintivo del ser personal cuyo distintivo es la libertad.[6]

Para cualquiera que haya experimentado una enfermedad prolongada, un fracaso económico, una contrariedad, una humillación, o incluso el haber fallado y reconocerlo, sabrá que no hay nada más consolador y sanador que llegar a su hogar donde lo aman, lo perdonan, lo acompañan, lo comprenden y sobre todo donde encuentra un amor lleno de esperanza, buen humor y sentido deportivo. Las relaciones familiares nutren del sustento que toda persona necesita para ser feliz, siempre y cuando estén orientadas a amar a la persona por lo que es, y más aún por lo que será.

2. La entrega y la sexualidad en el matrimonio.

Si se cree que el hombre es de nadie y para nadie, el mismo hombre es absurdo para sí y con él también su sexo. Sin comprender a fondo a la persona humana no parece que se pueda entender ni la sexualidad ni su uso. Por eso, el acto sexual, no se comprende si se desliga del amor personal, puesto que la persona es amor. Sin descubrir el sentido de la persona humana es un absurdo hablar del sentido de la sexualidad; de modo que al margen del reconocimiento del origen y fin propio del ser humano, el uso de la sexualidad carece del sentido personal, pues el hombre es más que su sexo, y la felicidad más que el placer sexual [7].

Existe hoy en día una mal entendida liberación sexual, que está más relacionada con dar rienda suelta al apetito sexual, que al sentido verdadero de la libertad. Esta presunta “libertad” no respeta, ni responde a la libertad personal, propia de la naturaleza humana, pues acaba sometiéndola a la esclavitud de las pasiones, y termina por despersonalizar e instrumentalizar a la persona convirtiéndola en mercancía. Desde ese momento se puede hablar de deseo, de placer, de medio, pero nunca de amor personal.

El modo de exaltar el cuerpo que hoy constatamos resulta engañoso. El eros, degradado a puro “sexo”, se convierte en mercancía, en simple “objeto” que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad, éste no es propiamente el gran sí del hombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modo considera su cuerpo y la sexualidad solamente como la parte material de su ser, para emplearla y explotarla de modo calculador. Una parte, además, que no aprecia como ámbito de su libertad, sino como algo que, a su manera intenta convertir en agradable e inocuo a la vez” [8].

El amor personal es un don, y el uso de la sexualidad es la disposición del cuerpo que permite manifestar la mayor donación y aceptación amorosa natural entre personas. Por lo tanto, el acto sexual es al mismo tiempo una donación y una aceptación del otro. También por eso, un amor sexual no abierto a engendrar no es personal, sencillamente porque erradica, de entrada la aceptación de una nueva persona, el don por excelencia. [9]

Por lo tanto el eros debe ser purificado a través del dominio propio y la renuncia, para que la persona sea libre de manifestar el amor ocupándose y preocupándose del otro. Ya no en busca de sí mismo, sino ansiando el bien del amado, lo que lo lleva a estar dispuesto al sacrificio y la renuncia.

En síntesis, me doy cuenta que el común denominador de todos los yerros y caricaturizaciones del amor, tienen su raíz en la despersonalización del amor. Pero ¿si el amor es personal? ¿cómo se puede despersonalizar?. Precisamente cuando no se ama a la persona por lo que es, sino por lo que me reporta, por la gratificación recibida. En este sentido el feminismo mal entendido y el bombardeo de una publicidad erótica han hecho de la mujer “un objeto” y el varón también se ha cosificado. El se pierde en la soledad de su ser al no ver en la mujer su complemento, como su compañera, sino como un objeto de uso y desecho. Esta “cosificación” de la mujer es una de las causas principales de la violencia doméstica, especialmente en nuestro país.



La madurez afectiva, Francisca Quiroga

[2] “El amor”, en Las virtudes fundamentales, Josef Pieper, cit., p 446

[3] La esencia del amor, Hildebrand, D. von

[4] Fundamentos de antropología, Ricardo Yepes Javier Aranguren.

[5] Familia sé lo que eres, Tomás Melendo

[6] Antropología Filosófica, Juan Fernando Sellés

[7] cfr. Antropología filosófica, Juan Fernando Sellés.

[8] cfr. Benedicto XVI carta encíclica Deus Caritas Est.

[9] ídem.

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