7/11/11

PARA CELEBRAR EN FAMILIA

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO


BENDICION DE LA GUIRNALDA
 (Esta bendición se hace solamente el primer dia de Adviento, ya sea en la noche del sábado o en la del domingo).

Luego el padre o la madre dice la siguiente oración.

            BENDICION

                        Bendito seas, Señor Dios nuestro, que nos concedes renovar cada año
                        el gozo de la primera venida de tu Hijo, y avivar así la esperanza de su
                        venida gloriosa.
                        Bendito seas, Señor Dios nuestro, por esta guirnalda con que representamos
                        nuestro anhelo por la venida de tu Hijo.
                        Bendito seas, Señor Dios nuestro porque eres nuestra luz y nuestra paz!

Todos dicen.   Amén.
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Se puede leer el evangelio de la misa de ese día. Al final de la lectura se puede decir esta oración.

El padre o la madre.

            Dios todopoderoso, aviva en nosotros, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompanados de obras de caridad y misericordia, para que merezcamos poseer el Reino de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Todos dicen.    Amén.

Se inciende una vela color morado (puede encenderla alguno de los hijos que esté en capacidad para hacerlo) y puede permanecer encendida durante la cena.

EL SEGUNDO DOMINGO, se repite a partir de la lectura del evangelio de ese día, luego la oración y después se encienden 2 velas.

EL TERCER DOMINGO, se hace lo mismo, solo que en este caso el tema del evangelio será sobre la alegría, por lo tanto se enciende la vela de color rosado, y las otras 2 de color morado.

EL CUARTO DOMINGO, igual y se encienden las 4 velas.

Si desean encender la corona entre semana pueden buscar en un misal el evangelio de ese día y leerlo siguiendo el mismo procedimiento.

CELEBRACION FAMILIAR
DE NOCHEBUENA

Esta vez se encenderá la candela grande que se puede poner en el centro de la Corona de Adviento como signo de que el nacimiento de Cristo es la culminación de la espera que las cuatro candelas del Adviento expresaban.

El padre de familia (o el que preside)
dice:
                                   En el principio era el Verbo y el Verbo estaba
                                   con Dios, y el Verbo era Dios.

Todos responden:
                                   Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros,
                                   y hemos visto su gloria.

Se puede leer a continuación esta lectura del evangelio de Lucas 2:1-20.

         Por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: “No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor, y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre:” Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo:
            “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.”
            Cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.” Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en un pesebre.

Oración final:

Dios de misericordia: hoy que nos ha nacido el Salvador para comunicarnos la vida divina, humildemente te pedimos que nos haga igualmente partícipes del don de su inmortalidad.
Por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

El hijo menor de la familia, o el designado puede poner el niño en el portal mientras se cantan algunos villancicos.

14/12/10

El DRESPRENDIMIETO

En el artículo anterior escribí sobre el Adviento, ahora quisiera comentar sobre la disposición interior del desprendimiento. “Cristo se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”. ¿De qué pobreza y de qué riqueza se trata? ¿tengo yo una pobreza diferente a la de Cristo, de tal forma que la suya me enriquece?. Consideremos los acontecimientos que rodean estos tiempos.

María recibe la visita del Ángel Gabriel, le dice que va a concebir un Hijo, sin participación de varón, porque éste será llamado Hijo del Altísimo, y que ese embarazo se realizará a través de la acción del Espíritu Santo. Ella acoge la Palabra de Dios dada a través del Arcángel, y esta Palabra se Encarna en ella. María se entrega como esclava del Señor, y su identidad genética, su sangre, su carne son ahora la carne y sangre de quien será nuestro Salvador. Ella tiene en sus entrañas un Dios-Hombre. No dos Cristos, uno Dios y otro Hombre, no, un solo Cristo, perfecto Dios y perfecto Hombre. Este es un misterio que acoge con humildad y al que se entrega como esclava. Cree, confía y se entrega plenamente. No piensa en las consecuencias de estar embarazada sin haber convivido con José, que en su tiempo era la lapidación, o el repudio.

La fe en Dios y la confianza plena en El, no permiten que se aniden en ella los temores. Se abandona, se desprende de sí misma, porque vive en el presente, donde Dios actúa. Estando avanzado su embarazo, a punto de dar a luz, deben salir ella y José a Belén para el censo que había dispuesto Herodes. José tendría una cuna modesta y digna para aquel Hijo que se le había confiado, y María habría preparado con tanto cariño la ropita del Niño y sus pañales. Pero deben salir a buscar posada a Belén. Tienen la ilusión del nacimiento del Hijo de Dios, ¿cómo será el rostro de Dios? ¡cuánto desearían besarlo, abrazarlo, contemplarlo, alimentarlo, protegerlo con sus vidas! Proteger al Niño-Dios! ¿qué es eso?. Sí! así se confío Dios a los hombres, a tal punto de necesitar de sus cuidados!, para que no tuviéramos miedo de confiarnos a El. Llevan algunas pertenencias personales y las del Niño, aunque no todas, y unas cuantas herramientas del taller. Ellos vivían con el trabajo diario de José. Sin pobreza mendicante, pero con mucha sobriedad, sin lujos. El trabajo diario les proveía el sustento diario.

Llegando a Belén, preguntan en un casa y en otra, y no hay campo!. Dios mío ¿dónde va a nacer tu Hijo? ¿cómo puedes permitir esto? esto no ha sido falta de previsión personal, las circunstancias están en contra nuestra! Seguramente todas estas preguntas y reclamos son los que nosotros haríamos o nos hacemos cuando consideramos las injusticias y contrariedades de nuestra vida. En cambio José y María no entienden, pero como viven confiados, aceptan que sus planes son diferentes a los del Padre Dios que quiere que su Hijo nazca pobre, en un lugar prestado. ¿Por qué quieres nacer en esta pobreza siendo el dueño del Universo? ¿por qué no hiciste de la nada la mejor de las clínicas y la mejor casa para que estuviera dispuesta en Belén?.

Desde su nacimiento hasta su muerte Cristo vive con sobriedad, recordemos el día de su muerte, fue enterrado en un sepulcro que no era suyo, sino de José de Arimatea. ¿Qué me quieres enseñar, por qué esta pobreza me puede enriquecer?

Cristo siendo el dueño de todas las cosas escoge no tenerlas para enseñarnos que la sobriedad y la templanza nos liberan de la pobreza del egoísmo, del materialismo, de creer que valemos por los bienes y comodidades que tengamos. Porque hemos creado “status” según las posesiones adquiridas, y catalogamos a las personas según “su clase”.

Sobriedad no significa no tener, significa estar desprendido de lo que tenemos para poder vivir felices si lo perdemos, nos lo quitan, o libres para darlo a quien lo necesite. ¿cómo confiar en Dios si no somos sobrios, si pienso que la felicidad está en tener?

Algunos israelitas en el desierto no confiaron en que Dios les iba a proveer maná cada día, y recogían de más por si Dios les fallaba!; aquellos comían de la mano de Dios un día y querían proveerse ellos mismos para el día siguiente ¿qué paradoja verdad?. Les faltó Fe, que engendra Confianza, y ésta Esperanza y con éstas virtudes podemos vivir la Caridad, porque nos desprendemos de nosotros mismos, del egoísmo, de las comodidades, de los temores e inseguridades, para depender de Dios, que es nuestro Padre, amarlo a El y a nuestros próximos. Por eso la pobreza de Cristo nos enriquece, porque nos despoja de nuestras miserias y nos da el verdadero sentido del trabajo, del esfuerzo y del valor de las cosas. Dejémonos enriquecer con la pobreza de Cristo, no tengamos miedo a la generosidad, El no nos quita nada, nos lo da todo!. FELIZ NAVIDAD!.

13/12/10

EL ADVIENTO

El Adviento es la preparación para la celebración de la Navidad. Este nacimiento no es uno cualquiera. Ya de por sí la vida se celebra y se vive como un acontecimiento alrededor del cual se reúne la familia. Pero éste es especial porque es el de quien nos salva. Es la Encarnación del Hijo de Dios. Dios que se hace hombre para que el hombre pueda hacerse como Dios. Pero ¿cómo es este Dios para que yo pueda hacerme como El?, es más ¿quiero yo parecerme a El?.

Las fiestas navideñas, son siempre mas o menos las mismas. La misma decoración, la misma comida, los regalos, etc. ¿Qué nuevo puede traer una celebración en la que se hace más o menos siempre lo mismo, y en la que parece que recordamos un acontecimiento lejano, que pasa de largo, que no toca nuestra vida, que no tiene consecuencias?.

Las fiestas cristianas tienen la particularidad de que no solo se celebran sino que se viven. Lo importante es no permanecer igual, porque se trata de que Cristo nazca de nuevo en nuestro corazón. Esta es una frase un poco ajada, ¿qué significa eso? ¿no es algo cursi decir que nazca de nuevo? ¿en mi corazón?.

Cristo nace de nuevo cada vez que un niño se bautiza, cada vez que nos arrepentimos de las malas acciones, cada vez que nos confesamos, y pedimos perdón, cada vez que luchamos por quitar un defecto y poner una virtud en nuestra vida. Cristo nace en todos los que luchan por ser mejores, más generosos, más desprendidos de sí mismos, más serviciales, más atentos a las necesidades de los más próximos. Cristo nace porque en ese momento la persona refleja en su vida, la vida de Cristo. Ese nacimiento no es algo aparte de su existencia, decir que nace en el corazón es decir que la vida misma de la persona se transforma desde lo más profundo de su ser, desde lo más vital, desde sus entrañas, significa que la forma de pensar y de actuar se van asemejando cada vez más a la de Cristo. Porque va aprendiendo a amar como Cristo, perdonando sin guardar cuentas del mal. Señor, en ¿qué quieres nacer en mi?. El Espíritu Santo es quien nos guía y nos ayuda a parecernos a Cristo, pidámosle su luz para poder ver con claridad.

La actitud del Adviento, o advenimiento, es el de vigilia, el que vigila espera, nuestra vigilia se refleja en la virtud de la Esperanza. “El Señor está ya cerca. Venid adorémosle”. Podemos decir que vivimos tres Advientos o esperas. El primero ser realizó hace dos mil años, el tercero lo esperamos todos, es la Parusía, cuando Cristo venga al finalizar el tiempo. Pero entre el pasado y el futuro está nuestro presente, ahí se realiza el segundo Adviento. Este se realiza cada día de nuestra vida. En cada acontecimiento y en cada persona podemos encontrar al Señor que viene, las circunstancias adversas no son paréntesis en nuestra vida, son momentos para encontrarnos con Cristo. Si quiero que la Navidad sea feliz, debo aprender a acogerlo cada día, en cada situación, hoy y ahora. ¿Qué significa acogerlo?. Cuando la Virgen María recibe a los pastores y reyes en ese recinto modesto que el Padre escogió para que naciera su Hijo, Ella lo presenta. La verdadera piedad mariana nos enseña a acoger a Cristo, dejarnos transformar por El y compartirlo con los más próximos. Esta es la Buena Noticia de Navidad, Cristo está con nosotros y entre nosotros, y en la Sagrada Eucaristía se queda en nosotros. El cristianismo celebra que es Dios el que busca al hombre y se hace tan accesible como un niño.

FELIZ NAVIDAD!

11/10/10

HISTORIA DEL ROSARIO

utor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net
Octubre: Mes del Rosario
La Iglesia ha dedicado un mes, el de Octubre, para honrar a María con el rezo del Santo Rosario
 
Octubre: Mes del Rosario
Octubre: Mes del Rosario

Origen e historia de esta devoción: 

En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra “rosario” significa "corona de rosas". 

Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.

La Iglesia recomendó entonces rezar el rosario, el cual consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para aquellos que la rezaran. Sin embargo, esta recomendación sólo la seguían las personas cultas y letradas pero no la mayoría de los cristianos. Por esto, la Iglesia sugirió que aquellos que no supieran leer, suplantaran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A este “rosario corto” se le llamó “el salterio de la Virgen”.

Cuenta la Historia que un día, a finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán quien sufría mucho al ver que la gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses, decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio.
Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó.

En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un sermón en la Iglesia de Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan y, antes de hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el rosario de Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su Hijo como Salvador.
Santo Domingo cambió su homilía y habló de la devoción del Rosario y la gente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir cristianamente y a dejar atrás sus malos hábitos.
Santo Domingo murió en 1221, después de una vida en la que se dedicó a predicar y hacer popular la devoción del Rosario entre las gentes de todas las clases sociales para el sufragio de las almas del Purgatorio, para el triunfo sobre el mal y prosperidad de la Santa Madre de la Iglesia.

El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado.

En 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó ¨la muerte negra” en la que murieron muchísimas personas.
Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual Jesús, la Virgen y Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario. El Padre Alan comenzó esta labor de propagación junto con todos los frailes dominicos en 1460. Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la Iglesia.

¿Cuándo se instituyó formalmente esta fiesta?

El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota. En Roma estaba el Papa despachando asuntos cuando de pronto se levantó y anunció que sabía que la flota cristiana había sido victoriosa. Ordenó el toque de campanas y una procesión. Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.

Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.

La fuerza del Rosario
A lo largo de la historia se ha visto como el rezo del Santo Rosario pone al demonio fuera de la ruta del hombre y de la Iglesia. Llena de bendiciones a quienes lo rezan con devoción. Nuestra Madre del Cielo ha seguido promoviéndolo, principalmente en sus apariciones a los pastorcillos de Fátima.

El Rosario es una verdadera fuente de gracias. María es medianera de las gracias de Dios. Dios ha querido que muchas gracias nos lleguen por su conducto, ya que fue por ella que nos llegó la salvación.

Todo cristiano puede rezar el Rosario. Es una oración muy completa, ya que requiere del empleo simultáneo de tres potencias de la persona: física, vocal y espiritual. Las cuentas favorecen la concentración de la mente.

Rezar el Rosario es como llevar diez flores a María en cada misterio. Es una manera de repetirle muchas veces lo mucho que la queremos. El amor y la piedad no se cansan nunca de repetir con frecuencia las mismas palabras, porque siempre contienen algo nuevo. Si lo rezamos todos los días, la Virgen nos llenará de gracias y nos ayudará a llegar al Cielo. María intercede por nosotros sus hijos y no nos deja de premiar con su ayuda. Al rezarlo, recordamos con la mente y el corazón los misterios de la vida de Jesús y los misterios de la conducta admirable de María: los gozosos, los dolorosos, los luminosos y los gloriosos. Nos metemos en las escenas evangélicas: Belén, Nazaret, Jerusalén, el huerto de los Olivos, el Calvario, María al pie de la cruz, Cristo resucitado, el Cielo, todo esto pasa por nuestra mente mientras nuestros labios oran.

Las Letanías
El Rosario no es una oración litúrgica, sino sólo un ejercicio piadoso. Las Letanías forman una parte oficial de la liturgia en cuanto que las invocaciones reciben permiso de la Santa Sede. Se cree que su origen fue, probablemente, antes del siglo XII.

La forma actual en la que las rezamos se adoptó en el santuario mariano de Loreto, en Italia y por eso se llama Letanía lauretana. En 1587, el Papa Sixto V la aprobó para que la rezaran todos los cristianos. Todos los cristianos hemos recurrido a la Virgen en momentos de alegría llamándola “Causa de nuestra alegría”, en momentos de dolor diciéndole “Consoladora de los afligidos”, etc.
Podemos rezar las Letanías con devoción, con amor filial, con gozo de tener una Madre con tantos títulos y perfecciones, recibidos de Dios por su Maternidad divina y por su absoluta fidelidad. Al rezarlas, tendremos la dicha de alabar a María, de invocar su protección y de ser ayudados siempre ya que la Virgen no nos deja desamparados.

Cómo rezar el Rosario
Como se trata de una oración, lo primero que hay que hacer es saludar, persignarnos y ponernos en presencia de Dios y de la Santísima Virgen.
Luego, se enuncian los misterios del día que se van a rezar y comenzamos a meditar en el primero de estos cinco misterios. Durante la oración de cada misterio, trataremos de acompañar a Jesús y a María en aquellos momentos importantes de sus vidas. Aprovechamos de pedirles ayuda para imitar las virtudes y cualidades que ellos tuvieron en esos momentos. Al meditarlos frecuentemente, estas guías pasan a formar parte de nuestra conciencia, de nuestra vida. Podemos ofrecer cada misterio del rosario por una intención en particular y se puede leer una parte del Evangelio que nos hable acerca del misterio que estamos rezando.
Cada misterio consta de un Padrenuestro seguido de diez Avemarías y un Gloria. Usamos nuestro rosario pasando una cuenta en cada Avemaría. Así seguimos hasta terminar con los cinco misterios.
Al terminar de rezar los cinco misterios, se reza la Salve y se termina con las Letanías.

Los Misterios
Los veinte misterios que se rezan nos recuerdan la vida de Jesús y, dependiendo del día, se rezan de la siguiente forma:

LUNES Y SÁBADO
MISTERIOS GOZOSOS 
VIRTUD (sugerida)
1. La Anunciación del ángel a la Virgen. La obediencia.
2. La Visita de la Virgen a su prima Isabel. Amor al prójimo.
3. El Nacimiento del Hijo de Dios. Desprendimiento
4. La Presentación del niño Jesús en el templo. Pureza de intención.
5. El Niño Jesús perdido y hallado en el templo Sabiduría en cosas de Dios.

MARTES Y VIERNES
MISTERIOS DOLOROSOS 
VIRTUD (sugerida)
1. La Oración de Jesús en el huerto. Verdadero arrepentimiento de los pecados.
2. La flagelación de nuestro Señor Jesucristo. Espíritu de sacrificio
3. La coronación de espinas. Desapego a lo material
4. Jesucristo es cargado con la Cruz. Paciencia por mi cruz.
5. La crucifixión de nuestro Señor Jesucristo. Generosidad

MIERCOLES Y DOMINGOS.
MISTERIOS GLORIOSOS 
VIRTUD (sugerida)
1. La Resurrección de Jesucristo. Fe, Esperanza y Caridad
2. La Ascensión del Señor a los Cielos. Deseo de ir al Cielo
3. La venida del Espíritu Santo. Deseo de vivir en Gracia
4. La Asunción de la Virgen a los Cielos. Amor a María
5. La Coronación de la Virgen en los Cielos. Perseverancia

JUEVES.
MISTERIOS LUMINOSOS

1. El Bautismo de Jesús en el Jordán 2 Co 5, 21; . Mt 3, 17.
2. Las bodas de Caná; Jn 2, 1-12.
3. El anuncio del Reino de Dios Mc 1, 15; Mc 2. 3-13; Lc 47-48.
4. La Transfiguración; Lc 9, 35.
5. La Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual. Jn13, 1. 

19/8/09

¿Qué hago con los defectos de mi cónyuge?


Descubrir que los defectos del marido, o por lo menos lo que se consideran como defectos, no son actos que él realiza precisamente para “molestarme” es de capital importancia. Así como se lucha por desarraigar defectos personales, que se me presentan como insuperables y de los que fácilmente me justifico, igualmente él tiene su propia lucha que no debo descalificar y “evaluar” frívolamente.

“Marido y mujer, movidos por un amor más templado y de más quilates, luchan efectivamente por evitar todo aquello que pudiera perturbar la paz y la armonía familiar; no cambian de manera radical excepto en ocasiones muy contadas, porque esto es muy difícil entre los seres humanos; pero mejoran: buscan los medios para hacer que aquellos detalles que en buena medida no pueden soslayar, se tornen para el otro cónyuge menos gravosos”.[1] “En cambio si se dramatiza los pequeños contrastes y mutuamente comienza a echarse en cara los efectos y las equivocaciones, entonces se acaba la paz y se corre el riesgo de matar el cariño”.[2]

a. La donación de uno mismo sólo cabe exigírsela a uno mismo.

Qué gran libertad interior trae a la vida matrimonial, tomar la decisión de ver solamente los defectos propios y los méritos del otro. Como dije anteriormente, esta actitud no se improvisa, requiere esfuerzo de la inteligencia para no juzgar, y de la voluntad para querer tener deseos de vivir en positivo, aún en medio del cansancio, de la fatiga de una enfermedad prolongada, o de las contrariedades económicas. Pero es algo que se puede lograr con réditos muy positivos para la familia, y los primeros beneficiados de ésta actitud son los hijos. La mejor forma de transmitirles un aprendizaje significativo, es con el ejemplo. Requiere mucho dominio propio, pero es algo que no resulta cansado porque se hace por el bien del otro; como cuando una madre se levanta en la madrugada a dar la medicina al hijo, ni siquiera se cuestiona si es cansado o no, se hace por amor y porque es lo mejor para el otro.

Para fundamentar lo anterior me permito citar a Borghello en el libro Crisis del amor, que enuncia lo siguiente: “si quieres cambiar a tu cónyuge cambia tú primero en algo”. Continúa diciendo: “Siempre existe algo en el tono de la voz, en el modo de recriminar, en el de presentar el problema, etc., en que yo puedo mejorar. Por lo común basta que yo lo haga para que la otra persona también cambie. Si no sucediera así, después de algunos días de mudanza real por mi parte, es conveniente hablar: se reconocen los propios errores pasados, se hace notar que de un tiempo a esta parte ha habido un avance y, a renglón seguido, se pide al cónyuge una pequeña transformación que facilite el amarlo con los defectos. Una vez hecho esto, si el otro está de acuerdo, lo más importante ya ha sido llevado a término. Sin duda, sería exagerado pretender que desde ese momento no caiga más en el defecto admitido; basta que luche. Lo importante, con el arte del diálogo, es que cada uno reconozca las propias deficiencias sin necesidad de encarnizarse en las de la pareja”.

Tres ideas claves que dan luces a aquellas personas que quieren solventar las dificultades en la comunicación y la convivencia familiar.

1. Yo debo cambiar primero.

Ante una dificultad de relación, deberíamos saber que hay una sola persona sobre la que es preciso incidir para mejorar la situación: Uno mismo!. Y esto siempre es posible. Habitualmente, en cambio, se pretende que sea el otro cónyuge, cosa que nunca se logra. Esto es válido para la relación con el cónyuge, y para algunos momentos difíciles por los que suele atravesar nuestra relación con los hijos. Es parte de nuestro conocimiento de ellos, saber qué les molesta en los planteamientos que hacemos, saber porqué reaccionan a la defensiva ante ciertos comentarios, etc. Lo cual, también es totalmente válido en el ámbito educativo.

2. Preocuparme por entregarme yo al otro.

Es decisivo mantener una voluntad radical de donación de sí mismo al otro. A menudo, los cónyuges se dedican a calibrar el amor del otro, la entrega del otro, con lo que devalúan la incondicionalidad de su propia entrega. La donación de uno mismo sólo cabe exigírsela a uno mismo. La del cónyuge es asunto suyo, de saber amar. Y no se obtendrá reclamándosela, sino creando un clima de entrega. Es necesarísimo enfatizar en este punto: amamos a la persona por lo que es, no porque cambia tal o cual defecto. No manipulamos el amor, cambiando nosotros para que cambie el otro, cambiamos incondicionalmente, porque mi cambio es lo mejor que puedo otorgarle de mí misma al otro.

3. Animarlo al cambio, no pretenderlo.

Es inútil y contraproducente pretender que el otro cambie como digo yo y porque lo digo yo. Cabe animarle y ayudarle a mejorar, pero no pretenderlo. Puede asegurarse que muchas familias fallan porque cada cual está convencido de que es el otro quien debe cambiar, o al menos ha de hacerlo en primer lugar.

Como corolario, quiero recalcar que para cumplir con los propósitos que cada pareja, o familia se proponga, debe existir una actitud básica. Me refiero a la habitual disposición de perdonar, e incluso antes, pedir perdón, que es la mejor manera de acabar con un enfado, para llegar a la paz y al cariño. La humildad es la virtud que nos ayudará a recorrer este camino del amor verdadero. La familia es el lugar del perdón, y se debe educar a los hijos para saber perdonar y comprender; para pasar por alto y olvidar. Esto les va a ser de gran ayuda en los días difíciles del matrimonio y de la vida. Así se educa para la Vida!


[1] Le esencia del amor humano, Tomás Melendo

[2] Conversaciones con Mons Escrivá de Balaguer, Josemaría Escrivá de Balaguer

¿Cómo me distancié de mi cónyuge?

1. Las consecuencias de negar el propio ser

Quien no acepta a Dios, no sólo se aleja paulatinamente de El, sino que se desconoce a sí mismo como la persona que es y está llamada a ser. Se torna incomprensible o absurda para sí y esta ceguera es compatible con la desesperación y la tristeza, y la

manifestación en la vida natural de ello, es cargar con una vida angustiosa, carente de sentido. La persona que uno es sólo se conoce en coexistencia con Dios, porque como persona nadie es producto de sus manos, ni de sus padres, ni de la sociedad, etc.

No verse a sí mismo en correlación personal con Dios es admitir la ignorancia de la intimidad. Esa ignorancia lleva a considerar a cada quien como un fundamento

independiente y aislado, lo cual falsea la coexistencia con las demás personas. No aceptarse uno como la persona que es y que se está llamado a ser, y consecuentemente no responder a tal proyecto, tiene una implicación relacional, porque tampoco aceptará a los demás como son. Esta es la actitud que se describe como soberbia. Esta acarrea un falso y deteriorado conocimiento del mundo, una voluntad débil, y lo que es peor aún, una ignorancia acerca del sentido de la propia vida personal y de su trascendencia, y una imposibilidad de amar, pues esa vida y esa visión del mundo, se vuelve absurda, porque no se puede amar lo que no se conoce. El sentimiento interior es la tristeza personal. Es lo que hace el amor y la comunicación un imposible. Al final acaba despersonalizándose, agostando definitivamente su sentido personal, puesto que libremente no quiere asumir quien es.

Podemos preguntarnos ¿cómo se forja el mal? Por ejemplo, para despreciar uno tiene que emplear su inteligencia, pues debe criticar, juzgar negativamente, y debe emplear asimismo su voluntad, pues rechaza el bien real ajeno. Si se encausa la inteligencia y la libertad por esos derroteros es porque uno libremente quiere. Entonces, el mal de la inteligencia se adquiere juzgando de modo contrario a como son en realidad las cosas. Así, si uno piensa que todo es opinable falsea su inteligencia, pues ésta anhela la verdad y sólo en orden a ella crece; si uno es crítico respecto de todo, la inteligencia se estanca, no crece, gira siempre en el mismo plano horizontal, deja de anhelar más verdad y se aburre. De modo que no parecen muy acordes con la naturaleza de la inteligencia humana las discusiones empecinadas, las disputas, las rencillas, la “opinionitis”, el relativismo, el zanjar prematuramente la deliberación sin sopesar suficientemente los pros y contras de una acción.

El mal de la voluntad se adquiere no queriendo que tal o cual bien real que existe sea tal como es, sino de otra manera, es decir, inventando otro orden de jerarquía en los bienes reales, por ejemplo, no querer que la promiscuidad sea inconveniente para la naturaleza humana; querer que la profesión valga más que la familia, el cónyuge o los hijos, etc. No, lo real está jerárquicamente ordenado según una escala hegemónica de bienes, siendo así que la distinción entre ellos consiste en que unos son superiores a los otros. Relegar esa escala real a una cuestión de gustos, caprichos, o manías, es falsear la voluntad. Pero quien pierde es el que comete esos atropellos, porque la falsedad de su voluntad, al igual que la de su inteligencia, queda en él; eso es un mal más grave que el que se produce externamente con unas acciones cometidas carentes de sentido.

El conocimiento del actuar de las potencias superiores nos debe motivar para que libremente queramos evitar meternos en “razonadas sin razones” que drenan la comunicación en la familia, con el cónyuge, los hijos y cualquier tipo de relación personal. Por eso resulta imprescindible una correcta antropología, puesto que una sociedad que menosprecia el conocimiento de la raíz y el fin último del ser, acaba por disolver, en la teoría y en la práctica el fundamento mismo de la excelencia de la persona humana. Luego, “el deterioro de la familia es una consecuencia ineludible del menosprecio del ser”.[1]

2. El amor es personal y personalizante.

a. “Cuando me elegiste, salí del anonimato”

“La caridad no la construimos nosotros; nos ha invadido con la gracia de Dios; porque El nos amó primero. Conviene que nos empapemos bien de esta verdad hermosísima: si podemos amar a Dios, es porque hemos sido amados por Dios. Luego, estamos en condiciones de derrochar cariño con los que nos rodean, porque hemos nacido a la fe, por el amor del Padre”[2].

Una de las experiencias que difícilmente alguien olvida es la primera vez que cae en la cuenta que Dios es Padre, un Padre personal, “mi Padre”. Porque la relación con Dios te saca del anonimato; ahora existe la certeza de la cercanía de Dios, Dios se ha fijado en mí y me ha escogido. San Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, cuenta como esa experiencia suya sucedió en un tranvía, y cómo repetía como loco, Abba Pater, Papá Dios. Sin duda que muchas personas pueden contar su propia historia al respecto con gran cantidad de matices, pero el común denominador será siempre haber experimentado una cercanía particular y personal.

Esta experiencia es la misma, -en vista de que solo tenemos un corazón para amar a Dios y a los hombres-, que la de los enamorados. Recuerdo la primera vez que presentaba a mi novio –hoy mi esposo- a mis abuelitos, yo salí de la casa para encontrarlo entre la multitud que caminaba por las calles. Aquel rostro que parecía “borrado” entre la multitud, ahora resulta único, singular, irrepetible. No es un rostro cualquiera, es el de la persona que amo, puedo intuirla desde la lejanía, por su manera de caminar; conforme se acerca, se incrementa la seguridad, es él, por su contextura; y al final, no me cabe la menor duda, es él…su cara, su sonrisa, sus ojos, su voz!. Conforme vamos conociendo mejor a quien amamos, el amor va siendo cada vez más personal. Deja de ser un ideal, y empieza a ser real. Jamás olvidaré la vez que estaba necesitando de la ayuda de mi esposo, era una madrugada y el niño no se dormía. Ahí estaba yo batallando, mientras él dormía plácidamente. Luego pensé, ¿qué pasó con el hombre servicial con el que me casé? ¿dónde se fue?, la respuesta me llegó como una gran luz, “está aquí, no te casaste con un ideal, es un hombre de carne y hueso que debe salir a trabajar mañana!”, ésta fue una luz que me ayudó muchísimo para afrontar con un realismo optimista mi vida de esposa y madre. Es también la experiencia de las madres que ven a sus hijos recién nacidos, todos sus rasgos quedan como grabados con un sello, en la retina de su alma. Ese rostro no se podrá olvidar jamás. El hijo dejó de ser la imagen de un ultrasonido, y se convierte en la imagen de un ser único, irrepetible, de carne y hueso, real. Se podría describir esta experiencia como la de un encuentro.

En el matrimonio decimos que hay un encuentro, cuando existe un entretejido de dos realidades que se enriquecen mutuamente. Yo tengo unas posibilidades de explicar una cuestión. Y tú otras. Yo te ofrezco las mías y tú a mí las tuyas. Ambos las recibimos activamente y creamos un diálogo. Este diálogo es un encuentro. Y las condiciones para que exista el encuentro son: la apertura de espíritu, generosidad, afán de compartir, voluntad de crear algo en común. Recibir las posibilidades que el otro me ofrece supone de mi parte, capacidad de estar a la escucha, sencillez para admitir que soy menesteroso y necesito colaboración.[3] Es saber que mi vida no sería la misma sin tu vida. No es una yuxtaposición de realidades, como la del “ratón” sobre el escritorio. Es un encuentro entre personas, donde cada persona es amada por lo que es.

b. El amor maduro.

Existe un encuentro inicial con la persona de la que nos enamoramos, alguien que es único, irrepetible, que se convierte en mi proyecto personal de vida. En el caso del eros, la persona de la que nos enamoramos es atrayente, en su feminidad o virilidad. En primer lugar, enamorarse es algo que a uno “le ocurre” sin previo aviso, o sin que uno se hubiese dado cuenta de que estaba pasando: es algo gratuito, es decir, no elegido, no merecido y “gratis”, regalado (la persona amada es vista como regalo). La “chispa” que surge en el enamoramiento es algo así como “somos un regalo el uno para el otro”. Enamorarse es gratuidad inmerecida: se me da el otro, y yo me doy a él.[4] Es decir, “dónde estabas todo este tiempo”. Existen tres sentimientos iniciales: conmoción, alegría y amor. La felicidad proviene de descubrir que el sentido de nuestra existencia es la afirmación del otro y nuestro unión con él. Cuando esta fase de conmoción inicial pasa, es importante que exista un conocimiento más profundo de ambos, que tendrá como resultado no querer separarse del amado. En esta fase, llamada noviazgo, uno va sopesando las posibilidades reales de unir las vidas en una sola, puede que se concrete o no, por eso es importante el conocimiento mutuo. Me sorprende mucho que los jóvenes novios hoy en día, no hablan, van al cine, ven una película en la casa, pero no se conocen en realidad. Yo recuerdo haber compartido con mi marido, cuando éramos novios, un libro sobre la familia, sobre las relaciones con los familiares, qué pensábamos de los hijos, etc. Debo reconocer que nada de los planes que hicimos fue como los esperábamos; tuvimos dos hijos, y enfrentamos la muerte de tres, y luego no pudimos tener los ocho hijos que habíamos soñado. Pero lo que sí permaneció fue el deseo de que nuestro hogar tuviera como fundamento el amor a Dios, y que de allí manara nuestra entrega y fidelidad mutua. Conocer lo que pensábamos en este sentido fue de vital importancia.

En el propio enamoramiento se contiene ya lo esencial del amor específico con que un hombre y una mujer se sienten llamados a amarse. Ese amor, incoado como eros, se realiza y expresa como amor conyugal, y las dos notas esenciales que contiene desde el inicio son la exclusividad y la perpetuidad, el “uno con una” y el “para siempre”. Es un amor que ama a la otra persona, como tal, por ser quien es, a través de su sexualidad; y se da en tanto que el otro corresponde de la misma manera, con la donación de la propia persona y de la propia y complementaria sexualidad. Respecto a la exclusividad, no son necesarias muchas explicaciones, pues nadie que ame en serio a su enamorado tolera a un “tercero” en su relación. Si se ama a un ser humano se le ama entero, no se le puede dividir en partes.

Hace unos días estuve conversando con unos amigos musulmanes, se presentó la oportunidad de hablar de la vida familiar dentro de su cultura. Al cabo de unos minutos, compartieron sin ninguna reserva, la conmoción que les ocasionó cuando su padre decidió buscar otra esposa más joven que su madre, para casarse con ella. Ellos están convencidos, de que el amor es exclusivo y para siempre, lo que prueba que esas notas esenciales del amor, que son dos caras de la misma moneda, no son un invento de la sociedad occidental, ni un capricho de los católicos. Es de ley natural.

Solo el amor exclusivo y perpetuo es un amor total, y sólo el amor total llena de verdad a la persona.

El modo de realizar la exclusividad y la perpetuidad dista de ser automático o fácil. Es preciso edificar el amor conyugal sobre la voluntad, y no sólo sobre el sexo y el sentimiento afectivo. La vida sexual es sólo una parte del amor conyugal. Una vez oí a un sacerdote decir que la sexualidad es una puerta que se abre hacia fuera, y por ser puerta es sólo una parte de la casa; que además se abre hacia fuera porque no me busco a mí mismo sino la felicidad del otro. “Cuando se toma la vida sexual demasiado en serio, fácilmente decepciona. Cuando se toma con una pizca de ironía, como algo que no es oportuno o posible vivir siempre y de cualquier modo, y por lo que no merece la pena cargarse de excesivas preocupaciones, entonces es cuando empieza a ser satisfactoria, porque es desinteresada. El eros nunca pierde la actitud contemplativa hacia la persona amada: la admira aun en su debilidad y en sus momentos menos “seductores” (cuando el otro envejece, está cansado, engorda…). Es más, cuando estos momentos llegan, la ama aún más, o al menos la sigue amado, e incluso la socorre: le “presta” su fuerza propia”.[5] El amor como gozo deja de serlo si no se convierte en el amor como tarea.

Si no aprendemos a convivir con quienes amamos, enseguida dejaremos de amarlos. La convivencia con ellos no puede ser un continuo placer, y en ocasiones está llena de detalles prosaicos que un idealismo mal entendido puede hacer olvidar. El idealismo de un amor despersonalizado. Pero hay un ideal que debemos cultivar, el ideal de ser mejores. Ese ser mejores, no está en función de uno mismo, sino en función de los demás. Se ejercita la paciencia, para hacer al otro la vida más agradable, la tolerancia, y el buen humor; la humildad, para saber pedir perdón; el servicio, como manifestación de la entrega, el orden, etc. Así resulta agradable la convivencia en la familia. Las virtudes no son actos que se improvisan, requieren esfuerzo, y deseos de comenzar y recomenzar cada día, a cada momento. Por sobre todas las virtudes, está la caridad, es con el amor que se llega a ser el artista clarividente que ve en el bloque de mármol, la más bella figura humana, sólo así podemos descubrir y trabajar en el otro para hacer de él una mejor persona. Pero el amor “no trabaja sólo”, viene con la esperanza y la fe, no podemos desligar éstas virtudes de nuestro quehacer educativo, en el hogar y en el aula. El cónyuge, los hijos y los alumnas, incluso nosotros mismos, necesitamos creer que se puede, necesitamos contar con la confianza de aquellos que amamos y la esperanza que nos anima a comenzar una y otra vez sin desanimarnos.

El amor hace posible disculpar los enojos del otro hasta el punto de decir “es que no es él, cuando se enoja”, porque sabemos que es sólo un episodio aislado, porque lo conocemos y sabemos cómo es realmente. Es la caridad la que nos impide que los defectos tomen la delantera sobre las cualidades de nuestro cónyuge y también de nuestros hijos. El que ama busca cómo dar lo mejor de sí al otro en cuanto otro. Por eso el que ama sólo busca amar al otro como él necesita ser amado, y no como yo quisiera amarlo. Una verdad que a veces se descubre con las lágrimas de la renuncia, pero que buen sabor a tierra fecunda!, no pasa nada y no se hace drama, porque ahí está la simiente del amor maduro.

Sólo así se es capaz de impulsar la voluntad para que quiera querer en los momentos difíciles. Esa cualidad “elástica” de la voluntad, que hace que ella vuelva sobre su propio acto de querer, es la que nos ayuda a tener una actitud de agradecimiento y a mantener viva la llama del amor. Es la que evita llevar una contabilidad de “yo te he dado y tú no”. La que nos ayuda a recordar por qué nos enamoramos del cónyuge y por qué quisimos quererlo para siempre. Además refuerza la decisión de mantenernos en el barco a pesar de la tempestad. La fidelidad solo es capaz de demostrarse en el tiempo, y para ello es necesaria la perseverancia. La entrega de la propia persona representa la más realista culminación del amor.




[1] Familia sé lo que eres, Tomás Melendo

[2] Amigos de Dios, Josemaría Escrivá de Balaguer

[3] El amor humano, Alfonso López Quintás

[4] Fundamentos de antropología, Ricardo Yepes/ Javier Arangueren

[5] Fundamentos de antropología, Ricardo Yepes/ Javier Arangueren

La esencia del amor humano



“Mientras que en algunos sectores de la vida se aplica una racionalidad máxima, como en los negocios, la economía, la profesión, o el trabajo, y se ignora completamente la afectividad. En otros como el tiempo libre, las relaciones humanas, el amor, existe una dejación absoluta de la inteligencia para abandonarse a un sentimiento sin consistencia”[1].

Sin embargo entre todas los acentos, y significados que se le puedan dar a la palabra “amor”, hay uno que destaca como arquetipo por excelencia, y es el amor entre un hombre y una mujer. Lo que nos lleva a hablar sobre un amor de donación, personal y vínculo de toda familia humana. Por tanto, enseñar sobre la esencia del amor humano, comprender lo que significa amar, es poner a la persona humana en la vía de la felicidad verdadera.

¿Qué entendemos por amor?. Según Aristóteles es: “querer un bien para el otro...en cuanto otro”.

En esta definición se encuentran varios actos que son importantes de analizar. Por el momento debemos decir que: “lo que más necesitamos, además de existir, es ser amados por otra persona”[2]. Recíprocamente, cada uno necesita amar a otras personas. Esta realidad es confirmada por una experiencia universal de la que cada uno de nosotros se siente protagonista.

El amor es el acto específico del alma espiritual; pero la persona humana también es corporal, por eso su alma cumple simultáneamente en cada acto funciones que son vegetativas, sensitivas e intelectivas o espirituales. Ahora bien, la persona no ama porque tiene cuerpo, sino porque está dotada de alma espiritual. Sucede lo mismo, en sentido inverso, con las operaciones que son de la persona pero que realiza precisamente porque es corpórea; por ejemplo el alma es la causa del latido del corazón, pero una persona tiene corazón porque es corpórea.

Si el amor es personal, habrá que entenderlo como don sincero y generoso de sí a otra persona considerada como tal, persona. O también como aceptación de una persona..

Si el amor es personal, quien ama no es algo de alguien (su voluntad sus afectos, etc.) sino alguien. A su vez, a quien se ama personalmente no es algo de alguien (su cuerpo, su belleza física, su simpatía, su ingenio, su dinero, etc) o algo para alguien (regalarle unas flores, invitarle al cine, o a una pizzería, etc.) sino a alguien. Entonces las relaciones sexuales no son la causa del amor, sino que debido al amor de entrega y donación entre el hombre y la mujer existe el amor sexuado.

Amar es dar, y no cabe dar sin aceptar. Pero amar no es dar o aceptar cualquier cosa, sino darse y aceptarse: otorgamiento y aceptación personal. Se trata de amar y aceptar a una persona distinta, queriendo, además, que tal persona responda cada vez mas a su propio proyecto como persona irrepetible. Sino se comprende quien es la persona que tenemos delante, no se la puede amar personalmente. El dar respecto de un quien que se ignora, que no se conoce, es perder el tiempo.

“De ahí que la afectividad humana esté ordenada a amar primero a las personas. Se dirige, además, a la persona como tal, no a un aspecto de ella ni a la suma de todas sus cualidades; apunto al ser único que cada persona es”.[3]

1. El amor, vínculo de la familia.

“El amor personaliza cuanto ama”. Unamuno.

La dignidad del ser humano radica esencialmente en haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. La familia es una institución natural querida por Dios desde “el principio”, El la instituyó como icono de su amor. Dios que es amor vive en sí mismo un misterio de comunión personal, y el matrimonio es un reflejo de esa comunión a la que está llamado el hombre. “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Esa unión, en virtud de su complementariedad, y su entrega mutua, es tan profunda, que hace de los dos “una sola carne”, y por tanto indivisible, como la propia carne que no se puede separar, y exige fidelidad exclusiva y perpetura, no pueden ser otra carne, porque son una sola.

En efecto, al margen del hombre, ninguna especie animal forma una familia. La unión estable entre un hombre y una mujer vinculados por el amor y el cuidado de los hijos distingue al hombre del resto de los mamíferos superiores. Por tanto, salta a la vista que pretender igualar en esto al hombre con los demás animales es un despropósito.

El ser humano es un ser libre, y el amor para que sea verdadero debe ser libre, igualmente que cualquier acto educativo, o educamos en libertad o no hay educación. ¿Por qué el hombre es capaz de familia? Porque ama. El amor es el carácter personal que vincula a las personas entre sí. Sin ese vínculo no cabe familia. La familia natural nace del amor personal, manifiesta el amor personal y se encamina al amor personal. En la familia la persona es amada por lo que ella es. Es importante resaltar este punto, pues es el quicio de la vida familiar.

Hoy en día, existe el peligro de la manipulación del amor, y muchos padres de familia confunden la exigencia amorosa que comporta el buscar el bien del otro, con un mero resultado satisfactorio a nivel académico. El amor queda como condicionado a los resultados que pueda aportar el joven o el niño, en su rendimiento estudiantil, que además debe satisfacer los requisitos definidos por los padres, sin tomar en cuenta el progreso o esfuerzo del estudiante. Esta una situación con la que los educadores nos encontramos más frecuentemente de lo que quisiéramos. Padres que no comprenden

la exigencia más que en la dimensión técnica de la inteligencia. Los padres deben saber cultivar la confianza en los hijos, para desarrollar en ellos la apertura a compartir sus inquietudes, dificultades y desacuerdos. Es la confianza la que desinhibe al hijo del temor al rechazo y genera la seguridad de saberse amado por lo que es.

El amor familiar es un amor natural; en él los lazos de sangre producen un afecto que aumenta con el paso del tiempo. La propia naturaleza, al traer hijos, pide que la familia sea indisoluble. Una familia soluble no es tal, sino un grupo episódico, nacido de un acuerdo temporal. Nos podemos preguntar ¿hay relaciones humanas nacidas para durar toda la vida?, si los que proponen el divorcio como alternativa cuando la lucha cuesta, dicen no; podemos rebatir con el hecho evidente de la paternidad y maternidad respecto a los hijos, esta relación es para toda la vida; entonces ¿cómo no va a serlo también en el caso del padre y la madre entre sí?.

No tener familia significa no ser hijo de nadie, ser huérfano, estar desvalido. La orfandad suele traer consigo diversas formas de miseria. La más grave de ellas es la miseria afectiva: carecer de seres a quien amar y por quienes ser amado. Vivir solo es prescindir de la familia. Un hombre sin familia es normalmente desgraciado, aunque no lo reconozca. [4]

Sin familia no hay persona ni posibilidad de crecimiento en cuanto persona. La familia no solo es necesaria para que la persona se perfeccione, para que crezca su condición personal, es imprescindible para que la persona sea, para que encarne su propio ser personal. [5] No obstante, formar una familia, no es necesario sino libre, y está claro que lo libre es superior a lo necesario. Por lo tanto si formar una familia es libre, es porque la familia es un rasgo distintivo del ser personal cuyo distintivo es la libertad.[6]

Para cualquiera que haya experimentado una enfermedad prolongada, un fracaso económico, una contrariedad, una humillación, o incluso el haber fallado y reconocerlo, sabrá que no hay nada más consolador y sanador que llegar a su hogar donde lo aman, lo perdonan, lo acompañan, lo comprenden y sobre todo donde encuentra un amor lleno de esperanza, buen humor y sentido deportivo. Las relaciones familiares nutren del sustento que toda persona necesita para ser feliz, siempre y cuando estén orientadas a amar a la persona por lo que es, y más aún por lo que será.

2. La entrega y la sexualidad en el matrimonio.

Si se cree que el hombre es de nadie y para nadie, el mismo hombre es absurdo para sí y con él también su sexo. Sin comprender a fondo a la persona humana no parece que se pueda entender ni la sexualidad ni su uso. Por eso, el acto sexual, no se comprende si se desliga del amor personal, puesto que la persona es amor. Sin descubrir el sentido de la persona humana es un absurdo hablar del sentido de la sexualidad; de modo que al margen del reconocimiento del origen y fin propio del ser humano, el uso de la sexualidad carece del sentido personal, pues el hombre es más que su sexo, y la felicidad más que el placer sexual [7].

Existe hoy en día una mal entendida liberación sexual, que está más relacionada con dar rienda suelta al apetito sexual, que al sentido verdadero de la libertad. Esta presunta “libertad” no respeta, ni responde a la libertad personal, propia de la naturaleza humana, pues acaba sometiéndola a la esclavitud de las pasiones, y termina por despersonalizar e instrumentalizar a la persona convirtiéndola en mercancía. Desde ese momento se puede hablar de deseo, de placer, de medio, pero nunca de amor personal.

El modo de exaltar el cuerpo que hoy constatamos resulta engañoso. El eros, degradado a puro “sexo”, se convierte en mercancía, en simple “objeto” que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad, éste no es propiamente el gran sí del hombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modo considera su cuerpo y la sexualidad solamente como la parte material de su ser, para emplearla y explotarla de modo calculador. Una parte, además, que no aprecia como ámbito de su libertad, sino como algo que, a su manera intenta convertir en agradable e inocuo a la vez” [8].

El amor personal es un don, y el uso de la sexualidad es la disposición del cuerpo que permite manifestar la mayor donación y aceptación amorosa natural entre personas. Por lo tanto, el acto sexual es al mismo tiempo una donación y una aceptación del otro. También por eso, un amor sexual no abierto a engendrar no es personal, sencillamente porque erradica, de entrada la aceptación de una nueva persona, el don por excelencia. [9]

Por lo tanto el eros debe ser purificado a través del dominio propio y la renuncia, para que la persona sea libre de manifestar el amor ocupándose y preocupándose del otro. Ya no en busca de sí mismo, sino ansiando el bien del amado, lo que lo lleva a estar dispuesto al sacrificio y la renuncia.

En síntesis, me doy cuenta que el común denominador de todos los yerros y caricaturizaciones del amor, tienen su raíz en la despersonalización del amor. Pero ¿si el amor es personal? ¿cómo se puede despersonalizar?. Precisamente cuando no se ama a la persona por lo que es, sino por lo que me reporta, por la gratificación recibida. En este sentido el feminismo mal entendido y el bombardeo de una publicidad erótica han hecho de la mujer “un objeto” y el varón también se ha cosificado. El se pierde en la soledad de su ser al no ver en la mujer su complemento, como su compañera, sino como un objeto de uso y desecho. Esta “cosificación” de la mujer es una de las causas principales de la violencia doméstica, especialmente en nuestro país.



La madurez afectiva, Francisca Quiroga

[2] “El amor”, en Las virtudes fundamentales, Josef Pieper, cit., p 446

[3] La esencia del amor, Hildebrand, D. von

[4] Fundamentos de antropología, Ricardo Yepes Javier Aranguren.

[5] Familia sé lo que eres, Tomás Melendo

[6] Antropología Filosófica, Juan Fernando Sellés

[7] cfr. Antropología filosófica, Juan Fernando Sellés.

[8] cfr. Benedicto XVI carta encíclica Deus Caritas Est.

[9] ídem.

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